martes, 19 de marzo de 2013

El Castigo del Cielo

Para señalar en el calendario la última Semana Santa que tuvo lugar sin incidencias meteorológicas, tenemos que echar la vista atrás varios años.

Esto no sólo sucede en la Semana Mayor de Sevilla, sino en numerosos actos litúrgicos sucedidos durante el resto del año, como así ocurrió en el frustrado Vía Crucis del pasado mes de febrero.

Los más optimistas piensan en la mala suerte, que es casualidad que la lluvia aparezca precisamente cuando tienen lugar las salidas procesionales.

Nuestra teoría va más allá, basándonos en los hechos acaecidos en los últimos años, podemos afirmar que la estadística no se cumple ni siquiera por casualidad. Es más, hemos podido contemplar días de un sol radiante y predicciones que para nada preveían riesgo de lluvia, sin embargo, en la jornada de salida o incluso a la hora fijada para la misma, la lluvia ha impedido el desfile procesional.

Teniendo en cuenta lo expuesto, se puede deducir que la lluvia sólo es mandada como penitencia por los múltiples pecados cometidos, por esa maldad humana que cada día se hace más palpable, por esa envidia malsana, por ese egoísmo sin fin, por todas las malas obras que se realizan durante el año, por querer ser más que nadie y tener más que ninguno, pecados sin confesar de los que son autores muchos de los responsables y partícipes de estas cofradías, por no hablar del público asistente.

Sabiendo, a quién no se puede engañar, todo esto, pensáis que va a permitir el lucimiento y el deleite de todas esas almas corruptas, por supuesto que no, y muchos menos en su nombre.

No somos los únicos que pensamos así, esta teoría ya se ha escuchado en otros medios y es un sentimiento que recorre la intuición de las personas más sensibles a todos estos males humanos.

Hasta que no cesen los golpes de pecho con la medalla de la hermandad colgada del cuello y se empiece a actuar de corazón como buenas personas, la Semana Santa seguirá siendo pasada por agua, le duela a quien le duela. 

¡He dicho!

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